Por Canela Crespo Sánchez (@canela_cs) -.
El mundo se ocupa de
afrontar la crisis sanitaria que surge a partir de la pandemia del Covid-19 y
significa un freno a la vida como la conocemos. Muchas cosas han parado en
distintas latitudes: los restaurantes, los cines, el fútbol, las misas… Y otras
no. No paran, por ejemplo, las agresiones contra el pueblo venezolano.
Con los ojos del mundo
ocupados con el coronavirus, “los de siempre” mandaron a mercenarios entrenados
a matar al presidente Nicolás Maduro. Esta vez, y a diferencia de veces
anteriores, ni siquiera se esmeraron en disfrazar la acometida con un concierto
(que podía ser virtual), ni con influencers o generadores de opinión pública
posicionándose a favor de un golpe de Estado. Lo intentaron a plena luz del día
y con el silencio cómplice de los medios de comunicación y de los Estados.
Creo que no se puede ser
políticamente correcto cuando se habla de Venezuela y que hay mucho margen para
ser crítico con el gobierno de Nicolás Maduro, pero también estoy convencida de
una cosa: y es que, en la permanente arremetida contra su soberanía, el pueblo
venezolano es admirable y heroico en su resistencia.
Hablo desde
lejos y sin conocer Venezuela. Pero también hablo muy poco después de haber
vivido un golpe de Estado en mi país. En Bolivia, la movilización de las
organizaciones sociales no fue lo suficientemente fuerte y eficiente para
frenar a los grupos paramilitares y a las fuerzas públicas represoras que
lograron destituir al gobierno constitucional de Evo Morales en noviembre de
2019. La pregunta resulta inevitable: ¿por qué Venezuela sí resiste?
En la última
semana, la unión cívico-militar-policial bolivariana desmanteló una incursión
en territorio venezolano que provenía de varios puntos de la frontera con
Colombia. Muchos de los detenidos declararían luego que habían sido entrenados
durante varios meses con el objetivo de capturar e incluso matar al presidente
Nicolás Maduro. La primera línea de resistencia a esta y a cualquier arremetida
es el pueblo.
En Venezuela existe un
sistema de Consejos Comunales y Comunas que son una forma de organización
social, política y económica popular en la que los individuos gestionan
diversas instituciones de autogobierno. Este es el mejor escudo ante las
agresiones a la soberanía popular. De hecho, es así que parte de los
terroristas detenidos en los últimos días fueron entregados a las fuerzas
militares por pobladores, pescadores y agricultores organizados comunalmente.
Las Comunas y los Consejos
Comunales, al ser instituciones de diálogo, son espacios de empoderamiento y
discusión, en las que el sujeto político no es el individuo, sino el colectivo.
El Poder Popular emerge en lo colectivo asambleario y exige autonomía y
descentralización frente al Estado.
Si bien en Bolivia hay un
alto nivel de politización y articulación de la población en torno a
organizaciones sociales, no se ha propiciado, ni siquiera desde el gobierno de
Evo Morales, un tejido comunitario autónomo que sea corresponsable de la
gestión pública. Si así hubiera sido, quizás ese tejido hubiera podido
irradiarse en las fuerzas policiales y militares y se hubiera evitado el golpe
de Estado de noviembre. Creo que es necesario, también a manera de autocrítica,
reflexionar con humildad sobre lo que mantiene vigente, a pesar de todas sus
dificultades, a la Revolución bolivariana de Venezuela y lo que no pudimos
concretar para defender la Revolución Democrática y Cultural en Bolivia.
Hay analistas que leen que
en Bolivia hubo varios momentos de intento de golpe de Estado a los gobiernos
de Evo Morales. Creo que los niveles de presión internacional no fueron, en
ninguno de ellos, tan intensos como los que sufre Venezuela permanentemente
hace ya varios años. Hugo Chávez creía que son las lógicas comunitarias las que
van a construir y sostener las revoluciones y apostó por ellas. Con el ejemplo
venezolano, el reto para las organizaciones sociales en Bolivia, con un
gobierno popular o sin él, es el mismo: crear redes comunitarias fuertes que
obliguen a compartir la gestión y la administración del Estado.
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