Las mujeres son el 50% de la población, pero dentro de eso
casi el 70% no percibe un salario por el trabajo que realiza, tanto en el hogar
como en las labores de cultivo de la tierra, y el otro porcentaje tiene que
hacer el doble de esfuerzo que los hombres para alcanzar un salario digno y
justo.
Las mujeres del campo son las responsables de la producción de los alimentos para que en las ciudades sean consumidas y así garantizar la seguridad alimentaria de todas y todos.
Pero cuánto de este trabajo es reconocido por el Estado y por la misma
sociedad, en momentos como los que se viven ahora, no sólo en Bolivia sino a
nivel mundial con la pandemia del COVID - 19, junto al personal de salud, son
estas mujeres quienes están haciendo lo posible por no
desabastecer los mercados y transportan los productos que ellas mismas
producen.
La sociedad con su mirada patriarcal se ha encargado de
invisibilizarlas. Ellas son víctimas de los abusos de los policías y militares
mientras transportan los alimentos, y en las ciudades sufren el atropello de
los mismos consumidores, cuando les piden rebajas en sus precios sin considerar
que prácticamente sus precios son subvencionados, puesto que no reflejan el
valor real de lo que significa producir una papa o una zanahoria… Sólo cobran
lo mínimo, lo suficiente para poder comprar semilla y poder llevarse algunos
productos de la ciudad. Esos precios no contemplan el tiempo diario que
invierten en la producción, la fuerza física que deben emplear, no tienen seguro
médico, menos un transporte con precios adecuados para hacer llegar su
producción a las ciudades.
De la misma manera, en los centros urbanos, las mujeres cumplen un rol
importante en la dinámica cotidiana, tanto en el hogar como en los espacios
laborales, en su mayoría asumen el rol principal del cuidado, madres,
enfermeras, secretarias y profesionistas, casi siempre tienen a su cargo a
alguien por quien velar.
Entonces, este mes de mayo, mes del trabajo, tiene también rostro de mujer, de una mujer
luchadora que lucha por los dmeás pero que también anhela un mundo mejor
para sí misma. Todos debemos asumir la responsabilidad de la construcción de ese
mundo posible, donde miremos a todas las personas como iguales, con los mismos
derechos y oportunidades. Un mundo para todas y todos y
con todas y todos.
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