La
muerte de George Floyd irrumpe en un contexto que aglutina factores políticos y
sociales relacionados con el racismo y la discriminación. El COVID - 19 también
nos genera un espacio de análisis ya que contrasta la realidad de quienes
sufren de algún tipo de diferenciación. Por lo tanto, este texto busca
proporcionar un marco de lectura y análisis que permita comprender por qué las
manifestaciones de #Antifa y #BlackLivesMatter son sistemáticas en el mundo.
La
llegada al poder de Trump y Bolsonaro, como también el surgimiento de Vox en la
esfera política, responde a que existen sectores de la población que encuentran
afinidad con algunas características del fascismo, en principio: xenofobia, racismo y alguna forma de discriminación. No es coincidente que en esta configuración del
escenario político mundial, estos gobiernos y partidos políticos encuentren
apoyo en las clases medias (sobre todo clase media alta) y sectores de las
élites sociales. Una vez estando en los balcones de la “democracia”, estos
agentes políticos utilizan su discurso fascista para polarizar aún más con la
población vulnerable (presos del consumismo y de las bondades tecnológicas que
te alejan de la investigación) y radicaliza a los sectores afines. Algunos
ejemplos: Bolsonaro “Estoy a favor de la tortura.
Y el pueblo está a favor también”, “Hay que dar seis horas para que los delincuentes se entreguen,
si no, se ametralla el barrio pobre desde el aire”; Trump “Pido
el bloqueo completo y total a la entrada de musulmanes a EEUU”,
sobre los nigerianos “Cuando llegan a EEUU, ya
nunca más quieren volver a sus chozas”.
Por otra parte, están los gobiernos de Colombia, Ecuador,
Argentina, Francia, Chile y Bolivia. Colombia, después de la firma del acuerdo
de paz con las FARC, registró para diciembre de 2019, más de 173 y 303
asesinatos de exguerrilleros y defensores de
derechos humanos y líderes sociales, respectivamente.
Líderes sociales en defensa de sus comunidades, medio ambiente y en contra de
actividades ilegales (ejemplo: minería). Ecuador, con las movilizaciones de
transportistas e indígenas, estos últimos llegaron a tomar la Asamblea General
de Quito, en contra de los paquetes económicos impuestas por el FMI. De la
misma forma en Argentina, el neoliberalismo de Macri llevó al país a tener una
tasa de pobreza del 40%, con medidas económicas de reajuste y la implementación
de paquetes del FMI, que fueron una condición para acceder a créditos que al
final se perdieron en la especulación financiera. Provocaron manifestaciones de
jubilados y maestros, entre otros sectores. Francia, país con rasgos culturales
de rebelión, el movimiento de los “chalecos amarillos” que en principio se fundamentaban
en contra del aumento del precio del combustible, terminó desatando otras
reivindicaciones sociales. Chile, el detonante de las protestas fue el aumento
del precio del pasaje del metro, pero en el transcurso de los días se fueron
sumando otras exigencias que respondían a
múltiples problemas sociales (el alto costo de la vida, bajas pensiones,
sistema de salud inaccesibles, y un rechazo generalizado a toda la clase
política y al descrédito institucional acumulado durante los últimos años,
incluyendo a la propia constitución de ese país). Durante
las protestas de 2019 se registraron más 30 fallecidos y cientos de heridos.
Bolivia, después de contar con un crecimiento económico sostenido, según
organismos internacionales, y con una estabilidad política; el gobierno del MAS
llegó después de 14 años, a su natural desgaste; pero dejando un escenario político
histórico donde se hicieron realidad las demandas de la memoria histórica
colectiva de los pueblos indígenas, campesinos y originarios generados por
Julián Apaza (Túpac Katari) en el siglo XVIII, como primer elemento. Y como
segundo elemento, tenemos la recuperación de la identidad nacional que se había
perdido durante la época neoliberal. Estos dos elementos más el crecimiento de
las clases medias, producto del crecimiento económico, van a configurar el
escenario social y político de octubre y noviembre de 2019 (Senkata, Sacaba,
Ovejuyo, Plan 3000, entre otros). El movimiento citadino denominado “pititas”, interpeló al gobierno del
MAS exigiendo “democracia”. En respuesta, los movimientos populares salieron a
defender las reivindicaciones alcanzadas en el marco de un sistema democrático
vigente en Bolivia. Lo que no pudieron prever los bloques sociales en pugna, es
que las fuerzas de seguridad del Estado asumirían un rol decisivo para perpetrar
un golpe de Estado, y cuya resistencia popular dejó un lamentable saldo de 35
personas fallecidas, más de un centenar de heridos y más de 1000 personas
detenidas.
En EEUU, el problema fascista y racial no es coyuntural, es
histórico y de índole estructural. Nos basaremos en hechos sustanciales que
generaron la indignación del mundo, buscando contrapuntear la falta de empatía
y el silencio de las mayorías. En 1955, en el estado norteamericano regían “las
leyes Jim Crow”, diseñadas para que los
afroamericanos se sintieran inferiores y así mantenerlos marginados de la
sociedad. En este contexto surgió el caso de Rosa Parks, la mujer negra que no
cedió su asiento a un blanco en el autobús y que luego fue arrestada; pero
desató un movimiento social contra el racismo sin precedentes. Otro caso, en
1962 James H. Meredith fue el primer estudiante universitario afroamericano en
ingresar a una universidad (University of Mississippi); pero alcanzar ese hito
no fue sencillo producto de la resistencia racista del gobernador y de los
estudiantes. Lo mismo ocurrió en 1963 en
Alabama, el gobernador George Wallace en un intento simbólico de respetar su
promesa −al asumir su cargo− de "segregación ahora, segregación mañana y
segregación por siempre" y detener los procesos de desegregación en las
escuelas, se paró en la puerta del auditorio para intentar bloquear la entrada
de dos estudiantes negros, Vivian Malone Jones y James Hood. Uno de los casos
más violentos es el del taxista Rodney King en 1991, que fue brutalmente
golpeado sin ninguna culpa por policías que al final salieron absueltos. Rodney
King fue encontrado muerto, en el 2012 en circunstancias sospechosas. Estos hechos entre otros (Tamir Rice, Ahnayd
Arbery, Atatiana Jefferson, Walter Scott, Tayvon Martin, Breonna Taylor)
contrastan lo que ocurre en el día a día en EEUU, muchos de ellos lejos del
conocimiento público.
Los hechos raciales en el mundo sufren
algún tipo de discriminación e impunidad por parte de las instituciones de justicia,
logrando reproducir aún más hechos violentos e injustificados. Ahora,
en contravía al sentido de humanidad de las comunidades, la pandemia está
siendo aprovechada por los súper ricos para ahondar la ultra-concentración de
la riqueza. En esa labor están numerosos gobiernos en Latinoamérica y en el
mundo, gobiernos extremistas y ultraconservadores como los de Colombia, Chile,
Brasil, Bolivia, Ecuador, El Salvador. Las sociedades del mundo en algunos
casos están aprendiendo a ser solidarias; pero en otros casos, la falta de
empatía está signada en señalamientos y perjuicios en contra de las personas
que viven en función de sus ingresos diarios y que, con desesperación, salen a
buscar el pan de cada día; por otra parte, los sistemas de salud resultan
inaccesibles para la mayorías y en algunos casos los hospitales priorizan la atención
de personas blancas, con preferencia que no sean adultos mayores, y dejan para
el último a los infectados negros y a los ancianos, para no gastar esfuerzos en
algo perdido (como en EEUU, Brasil e Italia).
Éste es el contexto que configura los
escenarios políticos y sociales del mundo donde un sistema desgastado
profundiza desigualdades e injusticias. Lo que estamos viendo desde ya es solo
el preámbulo de lo que muy probablemente será la “nueva normalidad”. Arbitrariedad
estatal e institucional, abuso policial y militar por doquier, en el seno de
algunas sociedades distantes de valores humanos que parecen aceptar la
violencia y una suerte de distinción de muertos de primera y de segunda. Desde
ya se ha implantado en muchos lugares un “Estado de hecho” en suplantación de
uno de “Derecho”, lo cual nos recuerda en un punto que capitalismo y democracia
son antagónicos. En medio del caos general desatado por la actual pandemia, el
propio Secretario General de la ONU ha denunciado esta alarmante situación, sin
tener mucha repercusión. Y claro, era de esperar esta respuesta del sistema ya
que el capitalismo transpira violencia, desde su nacimiento, desarrollo y
expansión. Y nada parece indicar que sus belicosas élites vayan a ceder su rol
protagónico a través de un tranquilo suspiro.
Por lo tanto, la muerte de George Floyd resulta
ser otro hecho lancinante, en una actualidad, que exacerba la indignidad del
mundo. En este punto convergen
problemas que a lo largo de la historia del capitalismo se volvieron
insostenibles en el tiempo. Hoy vemos y escuchamos a los negros que sufren el
peso de la injusticia deshumanizante y la herida abierta del racismo que se ha
estado pudriendo durante siglos y en donde debemos evitar pasos en falso, como
ser: “guardar silencio” ante las injusticias, si eres neutral en las
situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor; evitar “estar a la defensiva”, no reconocer
un hecho indignante buscando evidencia que legitime la violencia provocando que
los miembros de grupos objetivo se sientan aún más alienados. Entendamos que
los comentarios sobre las desigualdades sistémicas no son ataques personales; y
por último, evitar la “sobregeneralizacion” de hechos aislados que desvirtúen
una realidad existente (Racismo).
Por ende, el enfrentamiento ineludible
tiene un nombre: revolución. En este tiempo la revolución tiene un prólogo
cultural porque será necesario derribar espesos muros de ignorancia y
prejuicios que son la primera línea defensiva del capitalismo. Habrá que
derrotar la coerción ideológica mediática y cultural del capitalismo.
Recordemos que revolución es “sentido
del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y
libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es
emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar
poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es
defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es
modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia,
inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es
convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la
fuerza de la verdad y las ideas” Fidel Castro, discurso en la Plaza de la
Revolución, La Habana, 1 de mayo del 2000.
*Militante de Columna Sur
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